Eduardo Aroyo
No hay nada más peligroso, reza el dicho, que un mono con un fusil. Aunque habría que especificar que sí que lo hay: aquellos que le han dado el arma, lo han jaleado y ahora van de sabios.
Durante el verano de 2009, el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, viajó a China e intervino en la Universidad de Pekín. Allí provocó carcajadas entre los estudiantes de economía al manifestarles que los fondos chinos invertidos para comprar deuda pública norteamericana estaban "seguros". Al parecer, los estudiantes chinos no entendían que un país teóricamente en vías de desarrollo invirtiera su dinero en ayudar a otro que no está precisamente en vías de desarrollo. Por supuesto, China lo hace por razones estratégicas en su pugna por la hegemonía mundial y en esta lucha se aprovecha de la cretinez de los economistas occidentales. Además, Geithner concedió una jugosa entrevista al periodista de CNBC, Steve Liesman, que le acompañó a China. El secretario del Tesoro confirmó que la FED "no está monetizando la deuda". Según explicaba Libertad Digital al cubrir la noticia, "la monetización de deuda es percibida por la mayoría de los economistas como una política monetaria de alto riesgo, ya que puede generar elevada inflación".
La monetización a la que tanto temen los economistas neoliberales consiste en que el Banco Central pague la deuda pública a su vencimiento sin una nueva emisión de títulos. Esto hace que aumente la oferta monetaria. Pero lo importante es que en este caso aumenta la oferta monetaria con la única concurrencia del Banco Central; es decir, es el Banco Central es el que compra la deuda pública y el Estado, si carece de fondos para financiar el crecimiento del país, no tiene que pedírselo al sector privado. Esta es la función natural de cualquier banco central pero ¿lo ve todo el mundo así? La respuesta es no. Por razones diversas, si los Estados piden financiación a los inversores privados, es que se ha suscitado la "confianza del mercado" y se va por buen camino. Cuando, sin embargo, el mismo dinero lo proporciona el Banco Central suenan todas las alarmas por que hay "riesgo de inflación". No importa que esto solo sea así cuando la oferta monetaria crece por encima de la producción y no suceda, en cambio, cuando hay recursos parados por falta de financiación, tal y como ocurre en el caso actual. El dogma económico de la ideología dominante dice que solo es correcta la financiación privada, de manera que se incurre en absurdos como que España, por ejemplo, tenga que pedir prestado el dinero que va a prestar a Grecia para el célebre "rescate".
El dogma de la financiación privada está estrechamente vinculado con el dogma de la "estabilidad de los precios". Así, el Banco Central Europeo (BCE) existe para "garantizar la estabilidad de los precios". Esto es decir poco o nada porque lo que importa en primer lugar no es que los precios sean unos u otros sino que las personas posean un poder adquisitivo digno. El IPC en sí no es un parámetro demasiado informativo respecto de lo que las personas pueden comprar y, como la economía existe para las personas y no al revés, un IPC constante con mercancías que nadie puede adquirir no es signo de una economía sensata por mucho que el BCE mantenga la "estabilidad de los precios".
Otra superchería asociada a este dogma es que los Estados son idénticos a un negocio particular: deben equilibrar gastos e ingresos para no incurrir en el temido déficit público. La razón de esta idea de consecuencias funestas es que los bancos centrales son entidades privadas que funcionan al margen de la política económica de los países, precisamente, para garantizar la estabilidad de los precios. Con la excusa de sustraer a los bancos centrales a los vaivenes de la política –argumento que sin embargo no se alega en otras ocasiones- el Banco Central permanece al margen de los requerimientos de los países y vela exclusivamente por "garantizar la estabilidad de los precios". La emisión de moneda es un mal al que solo se apela en contadísimas ocasiones y, forzosamente, los países deben recurrir a los mercados para captar la financiación que necesitan para poner en marcha sus recursos. Al final, todas estas ideas se apoyan unas a otras para garantizar la congelación de la masa monetaria por vía de emisión pública de dinero, es decir, por la vía del Banco Central.
Pero hay una diferencia: que cuando la financiación viene del Banco Central, éste la produce de la nada, de acuerdo con las necesidades del país, mientras que la financiación privada de los mercados llega con una deuda añadida. Por desgracia, el Banco Central, que debería prestar para garantizar la financiación de los sectores productivos, cede su función a los mercados, que prestan el mismo dinero, en primer lugar, para lucrarse. Así las cosas, el plan anticrisis de Grecia, basado en un "ajuste" salvaje que va a hundir todavía más la demanda, las subidas de impuestos adoptadas en ciertas regiones de Italia o el ajuste brutal del gobierno español, se enmarcan en este esquema absurdo construido exclusivamente para lucrar al sector privado. Y es que en realidad jamás ha existido la menor voluntad por salir de la crisis, sino que, más bien, lo que se ha pretendido es mantener incólume un sistema pensado para que los que viven de que el dinero sea caro y escaso –y que haya que pedírselo a ellos a precio elevado, claro está- salgan ganando.
En el contexto español, las políticas del PP y PSOE a este respecto no se diferencian en nada y las dos están destinadas a apretar las clavijas a los españoles que viven del dinero líquido disponible; es decir, las clavijas de las clases trabajadoras, los asalariados en general y las empresas que producen la riqueza real del país en forma de bienes y servicios.
Los sindicatos –tan revolucionarios ellos y tan "defensores" de los trabajadores- solo matizan la misma idea diciendo que las cargas deben recaer en "los que más tienen" pero hacen la vista gorda respecto del problema principal y ocultan a duras penas su aquiescencia con un plan que solo beneficia al capitalismo global, del que son seguros lacayos pese a su retórica "de clase".
¿Qué cual es la solución? Pues cambiar radicalmente la filosofía del BCE. Es decir, el BCE no está para "garantizar la estabilidad de los precios" en todo momento y lugar sino para financiar el crecimiento del continente de acuerdo con las diferentes necesidades de la zona euro, proporcionando dinero barato y abundante a los sectores productivos. Solo cuando la oferta monetaria crezca por encima de la producción deberá el BCE restringir el crédito pero es absurdo hacerlo cuando hay cantidades ingentes de recursos parados. Es necesario entender que crear dinero de la nada y sin contrapartida es la función natural del instituto emisor –que eso es el BCE- y que el dinero no solo sirve para comprar sino también para producir.
De momento sería una buena solución monetizar la deuda pública de los europeos y después, emitir moneda prestando a bajo tipo de interés y a largo plazo. Sería imprescindible incluso obligar políticamente, si fuera preciso, a que los bancos prestaran dinero e hicieran fluir el crédito a la economía real de los países. Y es que en el fondo, todo lo que sucede es un problema de hundimiento de la demanda por falta de financiación. Así que lo que aumente la demanda será bueno y lo que la hunda será malo. En este sentido, la política del PSOE adoptada en los últimos días equivale a intentar apagar un incendio con gasolina, igual que en su momento hizo el ínclito Felipe González, un personaje que hoy pontifica desde un así llamado "comité de sabios"; un comité desde el que procura servir lo mejor que puede a los intereses del capital global y de los hiperricos, tal como hizo cuando era presidente y hoy hace la totalidad de la clase política española.
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