Si España está viviendo un punto de inflexión, que podría llamarse encrucijada histórica, en lo político y en lo social, y por lo tanto, inevitablemente en lo económico, lo peor que podemos hacer es marrar en el diagnóstico y esconder o manipular la realidad. Y, sin embargo, parece haber muchos intereses en opinadores políticos por falsear la gravedad del momento, frivolizar demagógicamente el análisis y desviar la atención de los verdaderos temas esenciales, abusando arteramente de la legítima angustia del electorado debida a las consecuencias materiales a corto plazo de los catastróficos errores anteriores.
Son abundantísimas las trolas, a veces mentiras, que nos cuentan. Elegiremos cuatro, por brevedad y gravedad, para intentar librarnos de ellas.
1/ España es víctima, injustamente, de una crisis financiera internacional. Falso de solemnidad. La crisis mundial afecta a todo el mundo, pero la crisis española, la que nosotros podemos y debemos corregir, empezó mucho antes, se vio camuflada por una euforia peligrosa, esa sí internacional, que malgastamos, y ha sido puesta en evidencia cuándo se ha acabado la euforia mundial. Pero se debe a nuestros gravísimos problemas y fallos estructurales en lo político tanto como en lo económico. ¿Cómo se comprueba? Contestando a dos preguntas, por ejemplo: ¿Por qué Holanda o Austria, por un decir, no son campeonas del paro ni rebajan pensiones, si padecen la misma crisis financiera internacional? O bien ¿Si en Alemania ha quebrado un banco grande o Gran Bretaña presenta cifras tan malas como las nuestras, por qué la crisis de confianza, la que de verdad importa, se ceba en España como en Grecia? Porque la confianza la dan la seriedad y las estructuras de una ciudadanía y de una nación.
2/ España es un protectorado económico y lo dirigen otras naciones. Creencia totalmente errónea. Las “otras naciones” le han impuesto a España una serie de medidas técnicas de manual a corto plazo por sus propios intereses. Todas para asegurar el cobro por parte de sus bancos de lo que les debemos (Alemania, USA, China, tercera tenedora mundial de nuestra deuda) otras además para proteger el euro cuyo descalabro les sumiría en gravísimos problemas. Se han asegurado por lo tanto de que en los próximos diez años podamos pagar. Pero la conducción de la política socio-económica, las medidas y reformas indispensables (educación, justicia, mercados, administración, ley electoral, Constitución incluso) que son las únicas que pueden asegurar una España sólida, solidaria y próspera para el futuro, no lo consideran tema de su incumbencia (o marginalmente en cuanto influya en el seguro de pago). Esa tarea es nuestra y nadie la va a hacer por nosotros.
3/ Lo que le puede pasar a España es una larga crisis en L, a la japonesa, y después todo volverá. Peligrosísimo engaño. Aparentemente, España no tiene las estructuras, ni la cultura, ni los recursos, ni la educación ciudadana, ni la disciplina para aguantar un larguísimo ciclo depresivo (y nada volverá a ser igual). España tiene ya un 20% de su población en paro, tiene una deuda privada excesiva y una crisis de confianza y de valores que nunca tuvo la poderosa economía japonesa. Pretender que resista lustros de penuria de manera inercial no es lo más sensato ni honesto, es más riguroso pensar en que hay que evitar convulsiones dolorosas. Es decir, hay que ir a la raíz de las reformas indispensables y estructurales de manera contundente, pero rápido, muy rápido.
4/ Qué pena, con lo bien que íbamos La mentira más destructiva y paralizante.
O nos damos cuenta de que lo que nos acaece es fruto de malísimas políticas, decisiones, inhibiciones y gestiones de, por lo menos, los tres últimos lustros, (desde los pactos del Majestic hasta los presupuestos del 2010, por ejemplo) o no podremos aportar soluciones de valor. Ni como ciudadanos con responsabilidades, cada uno la suya, ni como votantes.
Si no nos libramos de las cuatro mentiras citadas (y propaladas por quienes se benefician), podemos asistir a un penoso funeral: el de una España con futuro, solidaria y fuerte, con peso y seriedad en Europa a medio plazo. No tiene por qué ser así. Es tiempo de recobrar lucidez, nivel, seriedad y líderes dedicados al bien común de los ciudadanos españoles, o de la inmensa mayoría de ellos. Por eso debe de ser tiempo de grandes pactos o acuerdos entre todas las fuerzas de ámbito nacional y, si es posible, alrededor de líderes capaces que no hayan generado por diestra o por siniestra la total desconfianza que nos está hundiendo. Pero empecemos a deshacernos de mentiras y digamos la muy dura (y a veces dolorosa) verdad. El hecho de que muchos ciudadanos manifiesten en encuestas su preferencia por un pacto nacional demuestra que ya perciben que algo no ha ido bien, no va bien. Ayudémosles a comprender el por qué.
E.Calvet
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