Somos el primer eslabón (A) en la cadena de nuestra democracia. Somos los que decidimos que políticos no queremos.

19 de diciembre de 2010

ZPP


Dánel Arzamendi | 05/12/2010 17:05

Supongamos que, hace un par de años, un encuestador nos hubiera preguntado qué partido sería capaz de aprobar las siguientes medidas: abaratamiento del despido, reducción salarial a los funcionarios, congelación de las pensiones, rebaja de los impuestos empresariales, privatización de la gestión aeroportuaria, venta de sociedades públicas, inclusión de los nuevos funcionarios en el régimen general de la Seguridad Social, retraso en la edad de jubilación, anulación de la prórroga en el subsidio por desempleo, etc. La respuesta habría sido prácticamente unánime: el PP. Pero, miren por dónde, han pasado los años y ha sido José Luis Rodríguez Zapatero, el paladín de los indefensos, el dirigente que ha decidido someterse sin rechistar a los designios del capitalismo más feroz. A su lado, Mariano Rajoy parece la reencarnación de mismísimo Bakunin.

Es muy probable que este programa draconiano sea la única salida que nos queda para no ser intervenidos por las autoridades comunitarias. Los ecos del abismo se escuchan cada vez con más fuerza, y siempre será preferible ponerse hoy a régimen que morirse de hambre mañana. Nuestra situación financiera roza la bancarrota y las perspectivas económicas a corto plazo no auguran un despegue significativo. Por ello, dudo que sea el momento de debatir si el rumbo recientemente fijado por el gobierno socialista parece mejor o peor que el anterior, sino de asumir que probablemente sea el único posible.

Aun así, el hecho de que nuestro presidente haya decidido cambiarse súbitamente la chaqueta roja por la azul plantea serios interrogantes sobre el reflejo partidista que el nuevo mapa ideológico parece poner sobre la mesa. A nadie se le escapa que en momentos de crisis, tanto los votantes como los gobernantes suelen virar indefectiblemente hacia la derecha: los primeros porque prefieren los buenos gestores que las bonitas palabras, y los segundos porque desconfían de sus propias propuestas tanto como los mismos ciudadanos. Este convulso panorama, que debería suponer un espaldarazo intelectual para los partidos liberales y conservadores, a veces acarrea un paradójico desbarajuste programático y electoral para los teóricos vencedores de esta batalla ideológica.

Hace años que tengo la sensación de que la calle Génova teme la aparición de un partido viable situado a su derecha, lo que no constituiría ninguna paranoia: apuesto a que Josep Anglada se habría sentado en el Parlament de Catalunya si el PPC no hubiera entrado como un elefante en una cacharrería con el asunto inmigratorio. A nivel estatal, este hipotético ‘Carajillo Party’ podría robar muchos votos introduciendo la demagogia ultraderechista en un debate político ya de por sí sumamente agrio y sectario. Sólo así se explica la testarudez de la dirección popular, empeñada en defender vehementemente algunos postulados excesivamente conservadores, cuando los delirios de ZP habían dejado libre el centro político español.

Sin embargo, para asombro de muchos, la formación política que amenaza el acorazado liberal del PP no ha surgido a estribor, sino a babor: el Partido Neozapaterista. Las medidas restrictivas que nuestro gobierno viene tomando desde el pasado verano se identifican progresivamente con las medicinas financieras que cualquier gobierno neoconservador habría impuesto en un mercado tambaleante. ¿Qué repercusiones electorales puede tener la fusión programática de las dos grandes fuerzas parlamentarias del país en materia económica? En primer lugar, los restos incorruptos de IU han sido agraciados con un boleto ganador de lotería de cara a las próximas elecciones, pues el inmenso océano de votos izquierdistas buscará en esta federación el referente socialista que ha desaparecido del programa económico del PSOE. Por otro lado, el partido comandado por Mariano Rajoy deberá buscar la manera de defender su territorio intelectual sin hacer excesivamente el ridículo. Porque actualmente la tendencia innata del dirigente gallego a rechazar cualquier iniciativa socialista le está llevando a negarse a sí mismo con una frecuencia inusitada. Pensemos en la incomprensible e irresponsable postura equidistante que los populares han adoptado en el conflicto de los controladores aéreos, con el único fin de desgastar al ejecutivo de Zapatero a cualquier precio.

Desde mi punto de vista, la única salida de Rajoy para superar el estrechamiento electoral al que le someterá ZP, pasa por poner el acento en la capacidad gestora de ambos partidos, más que en los contenidos programáticos concretos, tal y como ha personificado recientemente Artur Mas con un éxito arrollador. Como suele decirse, los votantes suelen preferir el original a la copia, y es éste el punto sobre el que el PP debe reivindicar su identidad política, con el objetivo de convencer al electorado de que son ellos los referentes auténticos y eficaces del rigor presupuestario. Salvando los últimos comicios catalanes, pocas veces un candidato lo ha tenido todo tan de cara para ganar unas elecciones. Si Rajoy vuelve a quedar en la cuneta, mejor que se dedique a otra cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario