Somos el primer eslabón (A) en la cadena de nuestra democracia. Somos los que decidimos que políticos no queremos.

24 de noviembre de 2010

Cataluña y la vergüenza


Fuente: Miguel Durán

Como catalán, extremeño y español me causa sonrojo la mediocridad de la campaña electoral de Cataluña. Es muy triste saber que, salvo honrosas y contadas excepciones, lo que nos ofrece la mayoría de competidores en las urnas son o bien orgasmos fingidos por meter la papeleta o bien esperpentos de supuestos latrocinios perpetrados por una insaciable España contra una indefensa Cataluña; o, si nos vamos un poquito más hacia el independentismo, exabruptos de quienes se autotitulan republicanos de izquierdas, que afirman sin recato que los andaluces no pagan impuestos.

Y mientras tanto, la crisis, la enorme y feroz crisis, la sistémica y la propia, se enseñorea de todo cuanto nos circunda. Seguimos cabalgando a lomos de ese monstruo del paro que parece indomable: yo pienso en las casi 700.000 criaturas que no tienen trabajo en Cataluña, muchas de las cuales no tendrán el más mínimo deseo de votar. Me pregunto si quienes les hablan de soberanía catalana, de multas por no rotular en castellano las tiendas, de prohibir los toros y de otras cosas así, no se avergüenzan en algún momento por no ofrecerles soluciones concretas e inmediatas para la desgracia que supone no poder trabajar. Y sí, me parece verdaderamente vergonzoso estar asistiendo a este esperpento de campaña en la que la imaginación sólo sirve para fomentar lo cutre, la vaciedad y la demagogia.

Estos vídeos absurdos y oportunistas tienen un jaez comparable a los desgraciados spots de UGT con Chikilicuatre para la pasada e inútil huelga general. Aquí sólo falta ver a Torrente pidiendo el voto para alguno de ellos, mientras saluda con la barretina en una mano y tocándole la teta a María Lapiedra con la otra.

Entre la repugnancia y la vergüenza, pese a todo, el domingo iré a votar. Y no lo haré en blanco; lo haré para ver si, entre otros muchos y yo, somos capaces de poner algo de sentido común en este desierto de mediocridad y provincianismo en que muchos están convirtiendo a la Cataluña de mis amores.

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